Hay muchos tipos de amor y muchos puntos de vista para explicarlos pero hoy nos centraremos en el amor de pareja visto desde el enfoque psicobiológico según el modelo propuesto por la mayor experta mundial en este tema, Helen Fisher, investigadora del Departamento de Antropología de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey. ´
Es una visión nada romántica del amor y parcial pero es útil conocerla y tenerla en cuenta en las fases iniciales de las relaciones amorosas en las que damos significados idealistas a reacciones biológicas que pueden conducirnos a muchos errores en algunos casos.
Helen Fisher describe la experiencia del amor en tres fases: impulso sexual indiscriminado, atracción sexual selectiva y cariño o apego; y afirma que en cada uno de ellos se desarrolla un proceso cerebral distinto, aunque interconectado y regulado hormonalmente.
1) El impulso sexual indiscriminado o excitación sexual. Este proceso está regulado por la testosterona y el estrógeno en la mayoría de los mamíferos y casi exclusivamente por la testosterona en el ser humano, y es detectable neurológicamente en una zona del cerebro que se denomina córtex cingulado anterior. De breve duración (raramente dura más de unas pocas semanas o meses), su función es la búsqueda de pareja.
2) La atracción sexual selectiva, pasión amorosa o enamoramiento, regulada por la dopamina en los circuitos cerebrales del placer. Esta segunda etapa es inusualmente prolongada en el ser humano frente a otras especies (hasta 18 meses). Consiste en un deseo más individualizado y romántico por un candidato específico para el apareamiento, que se desarrolla de forma independiente a la excitación sexual como un sentimiento de responsabilidad hacia la pareja. Recientes estudios en neurociencia han indicado que, a medida que las personas se enamoran, el cerebro secreta en crecientes cantidades una serie de sustancias químicas, incluyendo feromonas, dopamina, norepinefrina y serotonina, que actúan de forma similar a las anfetaminas, estimulando el centro del placer del cerebro y llevando a efectos colaterales tales como aumento del ritmo cardíaco, pérdida de apetito y sueño, y una intensa sensación de excitación. Las investigaciones han indicado que esta etapa generalmente termina al cabo de un año y medio a tres años.
Otra sustancia que el cerebro libera en estado de enamoramiento es la feniletilamina, que actúa sobre la zona del cerebro conocida como el sistema límbico y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en dicho estado, además de que es un precursor de la dopamina, de ahí que esta última también se encuentre en grandes cantidades. Una pequeña modificación química puede hacer que se transforme en un estimulante (anfetamina y metilfenidato) o un antidepresivo (bupropión y la venlafaxina).
La feniletilamina puede encontrarse también en alimentos como el chocolate y quesos fermentados. Según Helen Fisher, es por ello que el amor romántico es —al igual que el chocolate— adictivo.
La molécula proteínica conocida como factor de crecimiento nervioso (NGF) presenta niveles elevados cuando las personas se enamoran por primera vez, aunque ésta vuelve a sus niveles previos al cabo de un año.
Tras las etapas de lujuria y atracción, es necesaria una tercera etapa para establecer relaciones a largo plazo:
3) El cariño o apego, lazo afectivo de larga duración que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, regulado por las hormonas oxitocina y vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer; su duración es indeterminada (puede prolongarse toda la vida). El apego implica la tolerancia de la pareja (o de los hijos) durante un tiempo suficiente como para criar a la prole hasta que ésta pueda valerse por sí misma. Se basa generalmente, por lo tanto, en responsabilidades tales como el matrimonio y los hijos, o bien en amistad mutua basada en aspectos como los intereses compartidos. Se ha relacionado con niveles de las sustancias químicas oxitocina y vasopresina a un nivel mayor del que se presenta en relaciones a corto plazo.
El equilibrio de los tres procesos controla la biología reproductiva de muchas otras especies, por lo que se cree que su origen evolutivo es común. La etología (estudio del comportamiento animal) interpreta que el amor humano evolucionó a partir del ritual de apareamiento o cortejo de los mamíferos (despliegue de energía, persecución obsesiva y protección posesiva de la pareja y agresividad hacia los potenciales rivales).
Desde un punto de vista antropológico, Helen Fisher (En una entrevista sobre su libro Por qué amamos) comenta que, en la elección de la pareja se sabe que intervienen de forma importante la cultura y el momento en que se produce dicha elección (por ejemplo, debemos estar dispuestos a enamorarnos). La gente tiende a enamorarse de alguien que tiene alrededor, próximo; nos enamoramos de personas que resultan misteriosas, que no se conocen bien. Los hombres se enamoran más deprisa que las mujeres, y tres de cada cuatro personas que se suicidan cuando una relación acaba son hombres. En cuanto a la pasión, ambos sexos presentan el mismo grado, pero en los hombres se ha descubierto una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales. Es algo que tiene sentido, pues el negocio de la pornografía se apoya en los hombres y las mujeres intentan constantemente agradar con su aspecto a los hombres. La investigadora nos dice que durante millones de años el hombre se ha fijado en el aspecto de la mujer para saber si ésta sería capaz de darle hijos, se han sentido más atraidos hacia mujeres con un aspecto fértil. En las mujeres, se ha descubierto una mayor actividad en una de tres áreas diferentes, asociadas con la memoria y la rememoración, y no simplemente con la capacidad de recordar. También durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podría ser un buen padre y un buen marido. Para saberlo, tenía que recordar. Y actualmente las mujeres recuerdan cosas como lo que había dicho su pareja el último día de San Valentín, o su comportamiento con anterioridad. Según Fisher, es un mecanismo de adaptación que las mujeres probablemente han poseído durante cuatro millones de años, para conseguir al hombre adecuado.
El amor romántico es más fuerte que el impulso sexual. Promueve el apareo, pero, ante todo, promueve el deseo de consecución de un nexo emocional (queremos que nuestra pareja nos llame por teléfono, que se acuerde de nosotros, queremos agradarla y deseamos que ambos tengamos los mismos gustos). Una de las características principales del amor romántico, además del deseo de contacto sexual, es el de exclusividad sexual. Cuando tenemos relaciones sexuales con alguien y no lo amamos, no nos importa realmente si también las tiene con otros. Pero cuando nos enamoramos, pasamos a ser realmente posesivos, algo que en la comunidad científica llaman «vigilancia de la pareja». Por ello, el amor romántico es un arma de doble filo, pues, dependiendo del desenlace de la relación, puede derivar en una gran felicidad o una gran tristeza, la cual a su vez puede llevar, en casos extremos, al suicidio y/o al asesinato.
El amor y el odio son muy parecidos, con la indiferencia como el opuesto de ambos. Normalmente hacemos ambas cosas: amamos y odiamos al mismo tiempo a la persona. De hecho, el amor y el odio tienen muchas cosas en común: cuando odiamos, concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos; cuando amamos o cuando odiamos, nos obsesiona pensar en ello, tenemos una gran cantidad de energía y nos cuesta comer y dormir.
Algunos vídeos que ayudan a completar e ilustrar los aspectos biológicos del amor:
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.1
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.2
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.3
Redes La quimica del amor
Webgrafía:
Amor. (2012, 19 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 12:06, diciembre 15, 2012 desde http://es.wikipedia.org/wiki/Amor.
Es una visión nada romántica del amor y parcial pero es útil conocerla y tenerla en cuenta en las fases iniciales de las relaciones amorosas en las que damos significados idealistas a reacciones biológicas que pueden conducirnos a muchos errores en algunos casos.
Helen Fisher describe la experiencia del amor en tres fases: impulso sexual indiscriminado, atracción sexual selectiva y cariño o apego; y afirma que en cada uno de ellos se desarrolla un proceso cerebral distinto, aunque interconectado y regulado hormonalmente.
1) El impulso sexual indiscriminado o excitación sexual. Este proceso está regulado por la testosterona y el estrógeno en la mayoría de los mamíferos y casi exclusivamente por la testosterona en el ser humano, y es detectable neurológicamente en una zona del cerebro que se denomina córtex cingulado anterior. De breve duración (raramente dura más de unas pocas semanas o meses), su función es la búsqueda de pareja.
2) La atracción sexual selectiva, pasión amorosa o enamoramiento, regulada por la dopamina en los circuitos cerebrales del placer. Esta segunda etapa es inusualmente prolongada en el ser humano frente a otras especies (hasta 18 meses). Consiste en un deseo más individualizado y romántico por un candidato específico para el apareamiento, que se desarrolla de forma independiente a la excitación sexual como un sentimiento de responsabilidad hacia la pareja. Recientes estudios en neurociencia han indicado que, a medida que las personas se enamoran, el cerebro secreta en crecientes cantidades una serie de sustancias químicas, incluyendo feromonas, dopamina, norepinefrina y serotonina, que actúan de forma similar a las anfetaminas, estimulando el centro del placer del cerebro y llevando a efectos colaterales tales como aumento del ritmo cardíaco, pérdida de apetito y sueño, y una intensa sensación de excitación. Las investigaciones han indicado que esta etapa generalmente termina al cabo de un año y medio a tres años.
Otra sustancia que el cerebro libera en estado de enamoramiento es la feniletilamina, que actúa sobre la zona del cerebro conocida como el sistema límbico y provoca las sensaciones y sentimientos comunes en dicho estado, además de que es un precursor de la dopamina, de ahí que esta última también se encuentre en grandes cantidades. Una pequeña modificación química puede hacer que se transforme en un estimulante (anfetamina y metilfenidato) o un antidepresivo (bupropión y la venlafaxina).
La feniletilamina puede encontrarse también en alimentos como el chocolate y quesos fermentados. Según Helen Fisher, es por ello que el amor romántico es —al igual que el chocolate— adictivo.
La molécula proteínica conocida como factor de crecimiento nervioso (NGF) presenta niveles elevados cuando las personas se enamoran por primera vez, aunque ésta vuelve a sus niveles previos al cabo de un año.
Tras las etapas de lujuria y atracción, es necesaria una tercera etapa para establecer relaciones a largo plazo:
3) El cariño o apego, lazo afectivo de larga duración que permite la continuidad del vínculo entre la pareja, regulado por las hormonas oxitocina y vasopresina, que también afectan al circuito cerebral del placer; su duración es indeterminada (puede prolongarse toda la vida). El apego implica la tolerancia de la pareja (o de los hijos) durante un tiempo suficiente como para criar a la prole hasta que ésta pueda valerse por sí misma. Se basa generalmente, por lo tanto, en responsabilidades tales como el matrimonio y los hijos, o bien en amistad mutua basada en aspectos como los intereses compartidos. Se ha relacionado con niveles de las sustancias químicas oxitocina y vasopresina a un nivel mayor del que se presenta en relaciones a corto plazo.
El equilibrio de los tres procesos controla la biología reproductiva de muchas otras especies, por lo que se cree que su origen evolutivo es común. La etología (estudio del comportamiento animal) interpreta que el amor humano evolucionó a partir del ritual de apareamiento o cortejo de los mamíferos (despliegue de energía, persecución obsesiva y protección posesiva de la pareja y agresividad hacia los potenciales rivales).
Desde un punto de vista antropológico, Helen Fisher (En una entrevista sobre su libro Por qué amamos) comenta que, en la elección de la pareja se sabe que intervienen de forma importante la cultura y el momento en que se produce dicha elección (por ejemplo, debemos estar dispuestos a enamorarnos). La gente tiende a enamorarse de alguien que tiene alrededor, próximo; nos enamoramos de personas que resultan misteriosas, que no se conocen bien. Los hombres se enamoran más deprisa que las mujeres, y tres de cada cuatro personas que se suicidan cuando una relación acaba son hombres. En cuanto a la pasión, ambos sexos presentan el mismo grado, pero en los hombres se ha descubierto una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales. Es algo que tiene sentido, pues el negocio de la pornografía se apoya en los hombres y las mujeres intentan constantemente agradar con su aspecto a los hombres. La investigadora nos dice que durante millones de años el hombre se ha fijado en el aspecto de la mujer para saber si ésta sería capaz de darle hijos, se han sentido más atraidos hacia mujeres con un aspecto fértil. En las mujeres, se ha descubierto una mayor actividad en una de tres áreas diferentes, asociadas con la memoria y la rememoración, y no simplemente con la capacidad de recordar. También durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podría ser un buen padre y un buen marido. Para saberlo, tenía que recordar. Y actualmente las mujeres recuerdan cosas como lo que había dicho su pareja el último día de San Valentín, o su comportamiento con anterioridad. Según Fisher, es un mecanismo de adaptación que las mujeres probablemente han poseído durante cuatro millones de años, para conseguir al hombre adecuado.
El amor romántico es más fuerte que el impulso sexual. Promueve el apareo, pero, ante todo, promueve el deseo de consecución de un nexo emocional (queremos que nuestra pareja nos llame por teléfono, que se acuerde de nosotros, queremos agradarla y deseamos que ambos tengamos los mismos gustos). Una de las características principales del amor romántico, además del deseo de contacto sexual, es el de exclusividad sexual. Cuando tenemos relaciones sexuales con alguien y no lo amamos, no nos importa realmente si también las tiene con otros. Pero cuando nos enamoramos, pasamos a ser realmente posesivos, algo que en la comunidad científica llaman «vigilancia de la pareja». Por ello, el amor romántico es un arma de doble filo, pues, dependiendo del desenlace de la relación, puede derivar en una gran felicidad o una gran tristeza, la cual a su vez puede llevar, en casos extremos, al suicidio y/o al asesinato.
El amor y el odio son muy parecidos, con la indiferencia como el opuesto de ambos. Normalmente hacemos ambas cosas: amamos y odiamos al mismo tiempo a la persona. De hecho, el amor y el odio tienen muchas cosas en común: cuando odiamos, concentramos nuestra atención tanto como cuando amamos; cuando amamos o cuando odiamos, nos obsesiona pensar en ello, tenemos una gran cantidad de energía y nos cuesta comer y dormir.
Algunos vídeos que ayudan a completar e ilustrar los aspectos biológicos del amor:
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.1
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.2
Helen Fisher porqué amamos y engañamos sub esp. part.3
Redes La quimica del amor
Webgrafía:
Amor. (2012, 19 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 12:06, diciembre 15, 2012 desde http://es.wikipedia.org/wiki/Amor.
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