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Reflexiones de un domingo cualquiera

Siempre me sorprende la capacidad humana de encontrar y/o inventar infinitas causas de sufrimiento mental, e incluso, de transformarlas, a veces de modo inconsciente, en padecimientos físicos . Recuerdo momentos mágicos y felices de mi infancia que podían ser provocados por cualquier pequeña cosa que hoy día no tendría para mí ninguna trascendencia especial como un juego cualquiera, la lectura de un libro, algún trayecto de casa a la escuela en buena compañía, ir en bicicleta o acariciar al perro, estar en familia o con las amigas y amigos. Esta capacidad de disfrutar plenamente de cualquier cosa se ​​va perdiendo cuando, a medida que crecemos, crecen también nuestros miedos, las responsabilidades y las preocupaciones por el futuro, las culpabilidades por los errores que hemos cometido o resentimientos por acciones de otras personas que sentimos que nos han perjudicado. Y, al mismo tiempo, tenemos el apartado de las decepciones que también son fabricadas eficazmente por nuestra